Voy a explicaros cómo hacemos en casa para "aprender sin escuela", aunque es difícil hacerlo en pocas palabras. Lo primero que hacemos es hablar mucho todos juntos; de aquí salen cantidad de temas interesantes para tratar y a veces aprovechamos para ampliar más. Solemos hacerlo siempre partiendo de la parte emocional: por ejemplo, tenemos bastantes amigos extranjeros y vemos en un mapa de dónde proceden y comparamos ese país con otros puntos del planeta, vemos qué idioma tienen, qué clima hace allí, o cosas por el estilo; igual hacemos cuando vamos a algún concierto (de dónde vienen los músicos, cómo es esa música), etc. Pensamos que algo se aprende más fácilmente si es a partir de las propias vivencias.
Por ejemplo el tema de cómo aprender a leer y a escribir suele preocupar a muchos padres. Nuestra experiencia es que resulta bastante sencillo. Nuestro hijo mayor, de 9 años ahora, tuvo mucho interés en aprender a leer a los 5. Nosotros en ese momento no considerábamos conveniente para él el que aprendiera a leer demasiado pronto (antes de los siete años más o menos), pero tampoco me parecía acertado inhibir su deseo, así que empecé a mostrarle cómo sonaban las letras y aprendió muy rápidamente y sin esfuerzo, prácticamente solo. Nuestra segunda hija no tuvo interés en leer tan pronto, quizás porque le interesa mucho más el dibujo y la pintura, y aunque intenté "enseñarle" algo a los seis años, ella se aburría y no avanzaba. Dejé de insistir y al cabo de unos meses ella sabía leer sin que sepamos cómo aprendió.
A veces hemos dedicado un rato por las mañanas a hacer "tareas" de tipo escuela, más que nada para que hicieran prácticas de escritura y cuentas, pero, excepto en ocasiones, no les apetecía gran cosa hacerlo. Creo que hacemos esto más por nuestros miedos y vergüenzas (de los padres), que por una necesidad real de que los niños lo necesiten para su aprendizaje. Me explico: en muchas ocasiones, la gente pone "a prueba" a los niños cuando se enteran de que no van a la escuela, haciéndoles alguna pregunta didáctica, y si no han sabido responder "bien" caigo en pensar que no les estoy enseñando lo que debería. Afortunadamente, estos momentos de flaqueo no duran siempre y puedo darme cuenta de que eso no es lo verdaderamente importante de aprender, pues siempre estarán a tiempo. En cambio es mucho más enriquecedor para ellos otro tipo de cosas. Otro ejemplo: en este momento disfrutamos de la presencia de un bebé en casa; es fuente inagotable de "enseñanzas". Ya nada más nacer, sus hermanos mayores la cogieron en sus brazos sin ningún miedo, saben cambiarle los pañales, entretenerla, etc. y aprenden naturalmente a tener paciencia con ella, a mimarla, darle masaje y tratarla con dulzura. Lo mejor de todo es ver que después de cuatro meses siguen con ilusión y sin cansarse de ella, y se la enseñan orgullosos a todos los que pueden. Esto nos hace pensar que pasa lo mismo con otros temas; si en lugar de andar preocupados por lo que tenemos que introducirles, nos ocupamos en no estorbarles y en dejar que fluyan de manera espontánea, la cosa saldría mejor: nos falta confianza en el proceso. Todavía ahora encontramos adultos que cuando ven a la bebita en brazos de uno de sus hermanos, dan el grito de miedo a que se les caiga, o lo hagan mal porque no confían en que lo puedan hacer bien. Por estos motivos en este momento el trato con el bebé ha pasado a primer lugar y cualquier otro aprendizaje lo consideramos secundario. También pasan mucho tiempo jugando entre ellos (los mayores, claro) con un mundo imaginario que han creado y en el que introducen los juguetes que tienen. Son capaces de estar a veces todo el día sin querer hacer apenas nada más. En algún momento podemos vernos influídos por la gente de fuera y pensar que es demasiado juego y poca "clase". Pero lo cierto es que es su forma espontánea de asimilar la vida y lo que van captando a lo largo del día, madurándolo. A menudo aprenden más con el juego libre que con clases impuestas.
Otro punto que tratamos también en el aprendizaje con ellos es integrarnos en sus intereses: si vamos a la biblioteca, disfrutamos de ir con ellos, o si vamos a un concierto u obra de teatro infantil. No lo sentimos como algo para entretenerles o para que aprendan, sino que lo vemos interesante para nosotros también, así que de momento nos solemos mover casi siempre en grupo.
Ahora han empezado a acudir a un taller de cerámica cuatro horas en semana (aquí no podemos participar), y es su primera experiencia tipo escolar. Lo han elegido ellos y les encanta ir. Están muy contentos con el profesor que cuenta con muy buen humor (el humor es un buen material para aprender), y les gusta tener compañeros aunque se quejan del comportamiento que suelen tener: palabras agresivas, tacos, bromas y canciones soeces, alboroto, etc. Esto nos parece uno de los principales inconvenientes de la escuela: la falta de sensibilidad que sufren los niños. También para ellos, con la competitividad que también implica. Todo esto con sólo cuatro horas de trato "escolar" a la semana.
Por último comentar que igual que buscamos bibliografía que enriquezca nuestra relaciones con los hijos, también nos nutrimos de las experiencias de otros amigos que intentan esta aventura y que nos transmiten en los encuentros que hacemos. De ahí salen muchas sugerencias y aportaciones al trato. También conocemos a otros amigos que llevan a sus hijos a un colegio de pedagogía Waldorf y que nos cuentan detalles y actividades perfectamente aplicables en casa y que nos parecen muy agradables. Todo esto nos ayuda a ampliarnos, a quitarnos miedos y a continuar.
-Isabel
Artículo publicado en el Boletín Crecer Sin Escuela número 1, primavera 1997
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